Promesas Incumplidas. Capítulo 1

Capítulo 1.

El comienzo. POV Xavier.

Los primeros rayos del sol asomaron entre las altas montañas del estado de Colorado. Iba montado en mi furgoneta camino de mi nueva casa. La idea de mudarme aquí desde Virginia no me parecía muy buena cuando me lo dijeron mis padres. Él se dedicaba a la ferretería. En Virginia tenía un taller muy conocido al que iban bastantes clientes a diario pero, por causas diversas, tuvo que cerrarlo. Ahora, nuestra única oportunidad de mantenernos a flote era venir a un pequeño pueblo al sur de Colorado.

El pitido del claxon del coche de mis padres me devolvió a la realidad. La mano de mi madre apareció fuera de la ventanilla señalando un cartel que  había al lado derecho de la carretera. Estaba algo oculto tras unos matorrales pero se podía leer bien lo que decía a los nuevos inquilinos.

-Bienvenidos a ValleyView. Población 1075 habitantes.

Para ser tan pocos aquello era enorme. A ambos lados de la carretera se veían grandes casas de madera que parecían muy acogedoras con amplias ventanas y techos de diversas tonalidades. Bajé la ventanilla y un sinfín de olores mi invadieron. Distinguí entre un claro olor  a lavanda y otro más bien almizclado.

Varios niños jugaban a la pelota en pequeños recovecos que había entre las tiendas del pueblo. Mi padre nos condujo hasta casi las afueras, luego tomó un desvío a la izquierda. Era un camino de albero sin asfalto por lo que mi furgoneta iba a necesitar una buena limpieza cuando estuviera todo acabado. Árboles enormes desperdigados se hallaban durante todo el camino y el sonido de los pájaros lo envolvía todo. Se comunicaban a través de graznidos cuyo significado me era ajeno.

Por fin llegamos a nuestro destino. El camino abrupto dio lugar  a un enorme terreno donde había muchas casas formando un círculo alrededor del pequeño lago que había en el centro. La casa número 4, situada en el lado oeste del lago, era la nuestra. Dejamos los coches aparcados a un lado y después de unas 4 o 5 horas conduciendo, pude pisar tierra firme y estirar los pies.

Llevaba puestas unas zapatillas algo gastadas, unos vaqueros holgados y una camiseta blanca de mangas cortas, para aquel tiempo, no estaba mal.

-Respira hondo hijo mío, esto es aire puro.-Exclamó mi madre abriendo los brazos de forma exagerada.

-Mamá el aire de Virginia no estaba contaminado precisamente, ¿sabes?-Bufé.

-No seas aguafiestas, ya sé que este sitio no te gusta mucho pero tu padre está muy entusiasmado.

Sacamos el equipaje de la parte trasera de mi camioneta y entramos en aquella casa cuyo silencio fue perturbado por el ruido de las ruedas de la maleta y el repiqueteo constante de los zapatos andando por todas sus estancias.

Por dentro no estaba nada mal. Había un amplio salón a la izquierda decorado con cuadros repletos de árboles, paisajes con lagos y animales, la mayoría aves. Daban algo de miedo.

Dos sofás rodeaban la pequeña tele que estaba cubierta por una fina capa de polvo. Por lo que pude ver, nadie había vivido allí en mucho tiempo. El salón daba justo a la cocina, donde una pequeña mesa pronto sería llenada con las recetas de mi madre. Unas escaleras conducían a la parte superior de la casa. Eran de una madera de roble, muy buena para aquel sitio. El piso superior constaba de cuatro habitaciones: dos dormitorios, un cuarto de baño y una sala que estaba completamente vacía. “Alguna utilidad le encontraremos”, pensé.

Elegí la habitación que daba a la ventana de otra casa que estaba a apenas  3 o 4 metros. Las cortinas estaban recogidas así que pude echar un rápido vistazo a la habitación de mi futuro vecino.

-¡Xavier! Baja a ayudarme un momento, nos hemos dejado unas bolsas en el coche.

Seguí a mi madre hasta donde habíamos aparcados y  fue cuando una señora de cabellera rubia exuberante y profundos ojos azules nos saludó.

-Deben de ser los Martin. Soy Angélica Moore. Bienvenidos.

-Muchas gracias señorita Moore.-Dijo mi madre algo sorprendida.

-Llámeme Angie, por favor.-Sonrió mostrando unos perfectos dientes blancos.

-Yo soy Erin, este es mi hijo Xavier.

-Un placer.-Le estreché la mano. Su tacto era tan suave que supuse que lo había conseguido gracias a cremas.

Mi madre y ella se pusieron a hablar durante varios minutos. Decidí quedarme apoyado en mi furgoneta observando un poco todo aquello con más atención. Mientras veía como un águila sobrevolaba nuestras cabezas, oí un ruido de pasos acercándose. Parecía que iba corriendo. Una chica apareció de pronto de detrás de mi furgoneta. Llevaba una sudadera que  le quedaba grande, unas mallas negras y unos botines. El pelo lo llevaba recogido en una alta cola y pude ver que llevaba unos cascos puestos.

-Oh, Allison ven. Son nuestros nuevos vecinos.-Angélica sería su madre. “Genial” Iba a tener a una familia de estirados como nuevos amigos de la familia. Su hija sería la típica niña mimada.

La chica oyó a pesar de la música a su madre y se quitó los cascos dejándolos colgando a la altura del pecho. No había llamado mucho mi atención hasta que se dio la vuelta. Varios mechones de su pelo castaño le caían por las mejillas. Esbozó una dulce sonrisa cuando vio a mi madre pero lo que realmente me dejó embobado fueron sus ojos.  Eran de un color azul grisáceo claro y cerca de la pupila tenía pequeñas motas de un color amarillo parecido al ámbar.

-Xavier, acércate. Te presento a Allison, la hija de Angélica.

-Un placer el conocerte Xavier.-Me miró directamente.

Abrí y cerré la boca varias veces intentando decir algo pero me fue imposible hasta que mi madre me dio un golpe en el hombro.

-Sí, lo… lo mismo digo Allison.-Volvió a sonreír, esta vez algo más tímida y se marchó junto con su madre a su casa. Un momento… no me lo podía creer, la habitación que veía desde mi cuarto tenía que ser la de Allison. O Dios se estaba burlando de mí o mi suerte estaba empezando a cambiar.  Cuando volví a la realidad, vi a mi madre mirarme con una sonrisa maliciosa y enarcando las cejas.

-Vaya, vaya. Creo que ya te ha empezado a gustar este sitio.-Cogió las bolsas y entró en casa.

Yo me quedé algo rezagado. Por una vez, estaba de acuerdo con mi madre. Aquel sitio no iba a estar tan mal.